Parado frente a una casa construida por las mismas manos que señalaban la colina, en un barrio de Medellín, le pregunté a doña Alicia: ¿Qué es la pobreza? Entre las respuestas la expresión ¡Ay, mijito! no se hizo esperar. Yo, animado por estar discutiendo los temas esquivos de la profesión que hacía pocos meses había terminado (economía) esperaba la lección, mientras doña Alicia seguía señalando la colina y terminaba de contarme la historia del barrio, me respondió:
“No tener es para nada, ni pa’ comer, algunos son pobres de espíritu, no contar con el amor de la familia, pues la salud esa es la clave, que los niños no estudien, estar en la calle sin un techito, gracias a Dios no somos pobres, dejar a mis hijas solas sin uno poder estar ahí”, dijo.
Aunque estoy siendo descortés con la conversación de doña Alicia porque mi memoria la ha resumido, espero, sin trampas de los recuerdos, compartir las ideas que me siguen cuestionando. Esas ideas que recibí me dejaron sin qué decir porque estaba esperando que doña Alicia me dijera que la pobreza era: “No tener más de un salario mínimo” o algo así, relacionado solo con el dinero tal como me lo había enseñado la modernidad académica. Fue una lección que me llevó a muchas de las preguntas que aún me hago. En conversaciones con amigos, profesores y más personas de los barrios, me daba cuenta de lo lejos que estaba para poder comprender las palabras de doña Alicia. Pobre de mí, sin sentido de la realidad.
En todo caso, voy a cometer un atrevimiento e intentaré buscar algunas razones para la discusión. Al parecer, la pobreza como concepto se construye de varios discursos —sin volverme pesado con lo conceptual donde quiero volver en otro escrito—, la pobreza parece ser algo que pensamos y vivimos, pero con dificultad lo definimos. Una definición que describen los estudiosos, una forma de encontrarse con Dios, una visión de la sociedad en conjunto, una propaganda de los políticos, una identidad para lograr lástima, un reconocimiento de la vulnerabilidad, una lucha o resistencia social, un estigma que se refuerza al nombrarlo... Todo a la vez o nada de ello. Entonces, estamos ante la necesidad de pluralizar el concepto, por eso a mí me gusta hablar de pobrezas y no de pobreza.
La cosa mejora, seguiré el relato con más preguntas y algunas ideas. Volvamos sobre doña Alicia y tomemos sus pensamientos para buscar al menos un sentido de todas esas vivencias que nos dio; ella nos entregó un resumen cargado de sabiduría y yo, como intérprete descontextualizado, buscaré algunas formas de comprenderlo. El “no tener es para nada”: típico de la carencia de todo tipo, asociado a las privaciones de poseer elementos nos indica que la etiqueta del pobre se da por el merecimiento de la ayuda o la exclusión de las oportunidades a lo material, no contar con recursos para llevar una vida libre de sentir vergüenza social. Dije, ¡Vea!, eso es interesante, porque sigue la frase asociada a la pobreza de espíritu: una interpretación sería la falta de ganas y motivación, pero muy cercana a la asociación divina y todo un debate sobre la caridad que, al menos bajo el manto cristiano, entregaría el título de pobre a quien con humildad lo merece; entonces, estamos bajo una contradición en el mismo concepto: el pobre merece lástima y el pobre es una bendición. En seguida, doña Alicia nos advierte sobre los valores sociales, la familia como lo más importante y el vínculo de las relaciones afectivas y la posibilidad de llevar una vida protegiendo a los hijos, sin amor somos seres infelices, pobres. Otra de las respuestas contiene la educación y la salud, ambas conquistas sociales que aún son esquivas para un gran número de personas, por múltiples causas la asistencia médica básica y la educación parece ser un lujo en nuestra sociedad. Muchas ideas sin argumentos, al menos esto es un blog abierto y lo que quiero es sembrar dudas.
Ahora sí, es momento de lanzar más dudas. Tomemos todas esas formas de interpretar, seguro que faltan muchas más y que quien esté leyendo con amabilidad nos va a compartir algunas. Abramos las preguntas: ¿De dónde salen las ideas e interpretaciones? ¿Cómo llegan a ser parte de la definición de doña Alicia? ¿Cómo las evalúa la sociedad? ¿Cómo logramos un acuerdo para definir la pobreza? ¿Quién la debe definir? ¿Quién merece ser llamado pobre?¿Cómo debemos medir la pobreza? ¿Cuál acción para lograr menos de “eso”? Por supuesto que no tengo respuestas, no creas que llegaste al final y te he engañado, no. Lo que vendrá son algunas reflexiones y experiencias para discutir las ideas que han quedado aquí enunciadas, las preguntas y otros temas sobre las pobrezas.
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